Testimonio de Cristina. Un pacto con la oscuridad.
La paciente, que en este relato toma el nombre de Cristina, sufre varios bloqueos a la hora de poder llevar a cabo sus propósitos en su vida actual. Con la ayuda del terapeuta ella visualiza una vida pasada donde se generaron estos síntomas, cuando fue un hombre que establece un pacto con la oscuridad para conseguir poder y aceptación social por los miembros de una secta. Cristina, asistida por el terapeuta, puede deshacer el pacto que la limitaba, sanar los males realizados y resolver los bloqueos a que estaba sujeta.
Capítulo VII.
Un pacto con la oscuridad.
Fausto: ¿Con que el mismo infierno tiene sus leyes? Me gusta eso, ¿luego se podría con toda confianza cerrar un pacto con vosotros, señores?
Mefistófeles: De lo que se te prometa gozarás plenamente; nada se te escatimará. Tu compañero soy, y si estás satisfecho de mí, soy tu servidor, tu esclavo.
Fausto: Y en retorno, ¿qué debo hacer por ti? Expresa claramente tus condiciones. Un servidor tal trae peligro a la casa.
Mefistófeles: Oblígome a servirte aquí, a la menor indicación tuya, sin darme paz ni reposo; cuando nos encontremos otra vez más allá, tú has de hacer otro tanto conmigo. Una cosa no más… Por razones de vida o de muerte, te pido un par de líneas. Una pequeña hoja cualquiera es buena para el caso. Firmarás con una gotita de tu sangre.
Fausto: Si eso te satisface plenamente, pase como chanza.
Mefistófeles: Es la sangre un fluido muy singular.
Fausto: No haya miedo alguno de que rompa yo este pacto. Lo que prometo es el objeto de todas mis energías.
Goethe, Fausto.
El pacto de Fausto con Mefistófeles es quizás el ejemplo clásico del pacto con la oscuridad. En pocas líneas Goethe explicita las condiciones y consecuencias de este singular convenio. Mefistófeles se obliga a sí mismo a servir a Fausto durante la vida física de éste. En retorno, Fausto se obliga a devolver este servicio en el más allá. La firma con una gota de la sangre de Fausto rubrica este pacto y, además, Fausto promete con todas sus energías. Ésta es la esencia de todo pacto.
A continuación veremos en forma práctica de qué manera suele evidenciarse este tipo de pactos cuando trabajamos con la terapia de vidas pasadas y cuáles son sus consecuencias en el desarrollo y en la vida de una persona.
No por casualidad llegó Cristina (36) al taller «Encuentro con la luz del alma», en Ibiza. Cristina tenía serios problemas con el manejo del poder y con la integridad. Era consciente de sus capacidades, pero cuando llegaba el momento de poner en práctica sus talentos se bloqueaba, el miedo la paralizaba y se angustiaba muchísimo. Como siempre, le pregunté a Cristina dónde sentía este miedo y ella me respondió:
–Siento el miedo en mi pecho, en mi garganta y me tiembla la voz, como si de repente perdiera toda mi fuerza.
Yo tomé esta frase de Cristina como el indicador de una experiencia excluida de la conciencia y a partir de allí comenzó su experiencia.
Viernes, 24 de Octubre de 2008.
Terapeuta: ¿Dónde estás cuando sientes que pierdes toda tu fuerza? ¿Como si estuvieses dónde?
Cristina: Estoy sentada en una barca rodeada de otras personas. Creo que soy un hombre y tengo una vara de mando en la mano derecha. La barca está muy decorada y se desliza por un río. Hay gente en las orillas y nosotros vamos hacia un sitio importante. Es como si fuera un ceremonial. Estamos todos muy honrados de hacer este trabajo. Veo juncos y una entrada muy grande de color blanco. Bajamos de la barca y empezamos a caminar. Hay que hacer ese camino previo para llegar; es parte de la ceremonia. Somos muy conscientes de que estamos haciendo ese camino –rompiendo a llorar.
T: ¿Qué está pasando?
C: No sé si voy a poder hacer lo que tengo que hacer. ¡Me tiemblan las piernas! Pero nadie debe verlo –llorando–. Yo tengo que estar en mi cargo. Tengo que hacer bien mi trabajo. Yo tengo que hacer lo que he venido a hacer, me guste o no me guste.
T: ¿Y qué es lo que has venido a hacer?
C: ¡Tengo que sacrificar! –llorando y retorciéndose.
T: Eso es, sigue.
C: Sé que lo tengo que hacer, ¡pero yo no quiero hacerlo! Pero tengo que hacerlo, es mi cargo. Yo tengo el poder, ¿porqué tengo que tener poder? ¡No! ¡Ese camino es horrible! –llorando–. Yo tengo la fuerza y sé que me toca hacerlo. Tengo una fuerza en las manos que no es mía. ¡Y tengo que hacerlo!
T: ¿Y de quién es esa fuerza que tienes en las manos?
C: No es mía; viene desde arriba, de otro sitio, del cosmos, de donde sea. Tengo esa fuerza ahora en las manos, lo puedo notar.
T: ¿Qué sientes en las manos?
C: Una vibración increíble. Como si esa fuerza no fuera mía, ¡¡¡no es mía!!! –llorando–. ¿Por qué tengo que hacer esto? Estoy luchando conmigo misma.
T: ¿Y a qué se debe que tengas que hacerlo tú?
C: Porque tengo el poder.
T: ¿Y cómo es que tienes el poder?
C: No lo sé, siento que nací así, como si hubiera un linaje. Y no es la primera vez que lo hago. Sé muy bien lo que tengo que hacer.
T: ¿Y qué es lo que tienes que hacer?
C: ¡Tengo que derramar la sangre! ¡Y lo tengo que hacer con mis manos!
T: ¿Y qué es lo que tienes que hacer con tus manos?
C: Tengo que degollar a alguien. Se acerca una chica joven. La chica viene muy entregada, como que sabe lo que le toca y es lo que todo el mundo espera.
T: ¿Y tú que sientes cuando se acerca la chica?
C: Yo no siento nada. Cuando estoy aquí ya no siento nada, lo hago y ya está. Y sigo el ceremonial.
T: ¿Cómo sigue el ceremonial?
C: Lleno una vasija con su sangre y luego tengo que hacer algo más con eso. Tengo que hacer un ritual y todos esperan que lo haga. La chica ya está tumbada sobre la piedra. ¡Está agonizando! Y todos miran como si fuera lo más normal. Y yo hago como que todo está bien. Pero en mi fuero interno esto está fatal. ¡Esto está muy mal! No tiene sentido hacer esto. ¡Pero lo estoy haciendo otra vez! –llorando.
T: Muéstrame cómo lo haces.
C: Yo cojo la vasija y se la ofrezco a todo el mundo para que beban. ¡Y todo el mundo bebe! Es como una comunión o algo así. Tengo que orar, tengo que rezar algo a la oscuridad. Le entrego todo esto a la oscuridad.
T: ¿A quién le entregas todo eso?
C: Creo que a Satán o algo así –llorando desesperadamente–. Me entrego a él.
T: ¿Cómo te entregas?
C: ¡¡Con cuerpo y alma!! –gritando y llorando desconsoladamente–. ¡Aaahhh! ¡Y entrego a los demás también!
T: ¿Cuál es la fórmula que pronuncias cuando te entregas a Satán?
C: ¡Hazme tuya! Es lo que quiero. ¡Quiero el poder! ¡Entrégame el poder! Entrégame el poder de esta alma que sacrifico ahora, ¡Entrégamelo! ¡Entréganoslo!
T: Muy bien, contaré hasta tres y retrocederás al principio, al hecho que te llevó a entregarte a la oscuridad. Uno, dos, tres. ¿Cómo empieza todo esto?
C: Yo soy pequeño y estoy en mi casa con mi familia. Parece que algo va mal. Mi padre se está muriendo y tiene mucho odio dentro de sí. Me dice que tengo que defenderme, que no puedo ser tan bueno. Que tengo que morir de una manera distinta, que no puedo morir como va a morir él, pobre, repudiado por el templo. Alguien le quiso mal y le quitó el poder. Me dice que no sirve ser bueno «¡No sirve!» –me dice– «Si eres bueno, te mueres como un perro, te mueres fatal.» Así que me dice «haz lo que tengas que hacer para conseguir tu poder».
T: Y entonces, ¿qué haces?
C: Comienzo a pensar que no siempre hay que hacerlo todo bien, que quizás haya otras vías. Hay otros templos, y si allí somos repudiados, ¿por qué no hacerlo de otra forma?
T: Eso es, sigue.
C: Yo quiero entrar en un templo y hacer lo que hacía mi padre, pero no me van a dejar. Así que buscaré la forma de hacerlo.
T: ¿Cómo lo haces?
C: Entrego mi alma –llorando.
T: ¿Cómo entregas tu alma? Dime cómo lo haces.
C: Me entrego a las malas artes. Me inicio con un ritual muy potente, con mucha gente. Entro al círculo y sé que ya no hay vuelta atrás, pero entro porque yo quiero, lo hago porque yo quería el poder.
T: Muy bien, ahora fíjate una cosa. ¿A quién le entregas tu alma?
C: A Satán –susurrando.
T: ¿Y cómo es el ritual?
C: Entro en un círculo formado por varias personas. Hay mucha atracción, pero al mismo tiempo hay mucha oscuridad. Yo estoy en el centro y creo que estoy con los brazos alzados mirando hacia arriba. Tengo que pronunciar unas palabras en un idioma extraño. Me van diciendo las palabras y yo las repito y conforme las voy repitiendo noto cómo cojo fuerza, cómo me hago grande y cómo puedo hacer ¡Lo que yo quiera! –gritando.
T: ¿Y si supieras qué es lo que dices cuando pronuncias esas palabras?
C: Yo me entrego, me doy a ti con todo mi ser, con mi consciencia de hacer lo que yo quiero hacer y hacerlo así para ti. Te entrego mi alma, te entrego todo lo que yo soy y, a cambio, seré uno de los tuyos ¡para siempreee! –gritando y llorando al mismo tiempo–. Y lo siento así, me entrego plenamente, íntegramente. (Aquí está el pacto.)
T: Fíjate que pasa después de ese ritual.
C: Soy aceptado, ahora soy uno más y puedo participar de cada ritual, de cada sacrificio y así voy sumando poder y cojo poder con facilidad. Me es fácil. Siento que he nacido para tener poder y puedo cogerlo aquí.
T: Muy bien, contaré hasta tres y avanzarás a un hecho marcante en esa vida luego de esa iniciación. Uno, dos, tres. ¿Qué está pasando?
C: Hoy tengo que matarlo a él.
T: ¿A quién tienes que matar?
C: A mi hermano.
T: ¿Cómo es eso de que tienes que matar a tu hermano?
C: Lo decidió la gente que está arriba en el templo. Pero algo pasó con mi hermano, algo hizo mal. Hizo algo inapropiado, y me dan el honor de que lo haga yo, mi primera vez, con mi hermano. Me siento un privilegiado por hacerlo, pero ahí empieza la duda, ahí empieza la guerra interna, ahí empieza a no estar claro, si merece la pena. Porque ¡yo lo quiero a mi hermano! ¿Cómo voy a hacerlo? Pero yo lo juré y yo soy hombre de palabra. ¡No puedo! –llorando– ¡Pero tengo que hacerlo! Me voy a hundir en la oscuridad si hago esto. ¡Voy a perder también mi corazón! Lo voy a hacer. Voy, voy y… ¡lo hago!
T: Muestrame cómo lo haces.
C: ¡Así! –haciendo el gesto de degollar a alguien–. ¡Me salpica su sangre! –llorando y revolcándose en el piso–. Pero yo tengo que hacerlo, estoy en mi papel. ¡No puedo mostrar mi dolor! ¡No! Eso sólo está dentro; yo mantengo la solemnidad del momento. Yo soy fuerte, yo estoy aquí por los míos. De modo que sigo con el ceremonial de limpiar el instrumento del sacrificio y beber la sangre, ¡Ayyyy!
T: Eso es, ¿qué sientes cuando bebes la sangre de tu hermano?
C: ¡Ayyy! ¡Me quema! ¡Me quema todo! Pero yo soy fuerte y voy entregando la sangre a cada uno para que beban también. Yo estoy hasta el final. Así tenía que ser; ya está.
T: Y fíjate, hasta aquí ¿cuál es el momento más difícil de esta experiencia?
C: Cuando voy a hacerlo.
T: Y en ese momento, cuando vas a hacerlo, ¿cuáles son tus reacciones físicas?
C: Me tiembla todo, siento el pánico. Siento que me estoy rompiendo por dentro.
T: ¿Y cuáles son tus reacciones emocionales cuando te estás rompiendo por dentro?
C: No voy a sentir nada, no voy a sentir nada de amor. Renuncio también al amor.
T: ¿Y cuales son tus reacciones mentales, en esos momentos, cuando también renuncias al amor?
C: Tengo que hacerlo, pero no quiero hacerlo. Pero lo hago.
T: Ahora fíjate de qué manera todas estas sensaciones están afectando tu vida como Cristina. Esto de «me tiembla todo», el pánico, «me estoy rompiendo por dentro», «renuncio al amor», «tengo que hacerlo pero no quiero hacerlo», todo esto, ¿qué te hace hacer como Cristina?
C: No me puedo relajar, siempre estoy obligada, siempre estoy en guerra interna, siempre estoy partida por dentro.
T: Y todo esto. ¿qué te impide hacer como Cristina?
C: Lo que quiero hacer, hacer lo que deseo hacer.
T: Muy bien, ahora contaré hasta tres e irás al momento de tu muerte en esa vida para terminar con todo eso. Uno, dos, tres. ¿Qué está pasando?
C: ¡Ajjj! ¡Cofff! ¡Cofff! –ahogándose– ¡Ahhh! ¡Ahhh!
T: ¿Qué está pasando?
C: ¡Me degüellan! ¡Aaahhh! ¡Aaahhh! –revolcándose, ahogándose y tomándose la garganta con las manos.
T: ¿Y a qué se debe que te degüellen?
C: Era mi hora, estaba escrito, solo podía estar ahí un tiempo. Es una forma de continuar, de entregar mi sangre para otros.
T: Y fíjate, ¿cuál es el momento más terrible de esa muerte?
C: No siento nada, no siento nada.
T: Y cuando no sientes nada, ¿cuáles son tus reacciones físicas?
C: Todo me da igual.
T: Y cuando no sientes nada y todo le da igual, ¿cuáles son tus reacciones emocionales?
C: Me pierdo en la sombra.
T: Y cuando te pierdes en la sombra, ¿cuáles son tus reacciones mentales?
C: Merezco morir.
T: Ahora fíjate de qué manera todas estas sensaciones están afectando tu vida como Cristina. Esto de «no siento nada, me pierdo en la sombra» y «merezco morir», ¿qué te hace hacer como Cristina?
C: No hago nada por cambiar, por coger mi camino. Me dejo llevar por la inercia, es como que no me lo merezco.
T: Y todo esto, ¿qué te impide hacer?
C: No ser digna, no soy digna de ejercer, de trabajar.
T: Ahora fíjate otra cosa. En ese momento, cuando sacrificas a tu hermano, ¿qué te dice tu hermano?
C: «¿Por qué? ¿Por qué? ¿Cómo te perdiste así?».
T: ¿Y qué dice el resto de las víctimas cuando las degüellas?
C: Son sumisas, pero en el fondo las víctimas son más fuertes que yo. Yo tengo mucho poder, pero ellas son más fuertes que yo.
T: Muy bien, contaré hasta tres e irás a un instante antes de que te degüellen y te permitirás experimentar esa muerte más profundamente. Esto es muy importante para terminar con todo esto para siempre. Uno, dos, tres. ¿Cómo empieza esa ceremonia?
C: Yo estoy sentado en el trono, en ese templo. Bajo del trono, comienzo a caminar y subo al altar. Me pesa cada paso. Todos los demás están rezando; es un ruido como si fuera de trueno. Y yo estoy muy dentro de mi papel, me entrego.
T: Cuento hasta tres e irás al momento en que te degüellan y dejarás que tu cuerpo haga todo lo que tenga que hacer. Uno, dos, tres. ¿Que siente el cuello cuando lo degüellan?
C: ¡Aghj! ¡Aghj! ¡Aghj! –ahogándose y revolcándose sin pronunciar palabra.
T: Eso es, ¿que siente el cuello, qué sienten las cuerdas vocales, la tráquea? ¿Qué le pasa a los pulmones, a tu cerebro? ¿Que le pasa a tus pensamientos?
C: (Cristina se ahoga, se revuelca mientras yo le voy preguntando: pero ella no puede articular palabra alguna.)
T: ¿Y qué es lo último que alcanzas a pensar en ese cuerpo?
C: Se acabó. ¡Ya no más poder, no más poder! (Aquí está el mandato que bloquea el ejercicio del poder personal.)
T: Fíjate de que manera esto último está afectando tu vida como Cristina; esto de «se acabó, ya no más poder», ¿Que te hace hacer como Cristina?
C: No puedo ser yo, no puedo hacer lo que yo quiero hacer –llorando.
T: Y todo esto, ¿qué te impide hacer?
C: Seguir mi camino, no puedo hacer lo que quiero hacer. No me atrevo, no me siento digna.
T: Y fíjate en una cosa más, ¿que pasa cuando sales de ese cuerpo?
C: ¡Ay! ¡No puedo ir a la Luz, no puedo ir a la Luz! No me permiten ir a la Luz.
T: ¿Adónde vas? ¿Dónde estás?
C: Estoy como suspendida, no hay nada más.
T: Muy bien, ahora te voy a hacer una pregunta importante; ¿estás dispuesta a romper el pacto que hiciste con la oscuridad?
C: ¡Sííí! –llorando.
T: Entonces, vas a pedir la asistencia del arcángel Miguel para que te ayude a romper el pacto que hiciste con la oscuridad. Vas a repetir conmigo: «Arcángel Miguel, me arrepiento de la decisión tomada y quiero romper el pacto que hice con la oscuridad».
C: (Cristina repite palabra a palabra junto conmigo.)
T: Eso es, «Arcángel Miguel, humildemente te pido que me ayudes y me asistas para romper el pacto que hice con la oscuridad. Arcángel Miguel, humildemente te pido que me prestes tu espada de luz para romper las cadenas que me atan a la oscuridad».
C: (Repite junto conmigo.)
T: Muy bien, ahora repetirás tres veces: «Yo, Cristina, por el poder de mi voluntad, rompo y anulo, definitivamente y para siempre, el pacto que hice con la oscuridad en esa vida y recupero mi poder y mi luz».
C: (Repite tres veces.)
T: Muy bien, ahora tomarás la espada de San Miguel y, a la cuenta de tres, romperás el pacto y las cadenas que te sujetan a la oscuridad. Uno, dos, tres.
C: (Cristina hace el gesto de romper el pacto como si tuviera una espada en sus manos.)
T: Y ahora exigirás que te regresen la energía que te robaron. «¡Quiero mi alma y mi energía y las quiero ahora mismo!».
C: ¡Quiero mi alma y mi energía! ¡Las quiero ahora, las necesito ahora! ¡Exijo que me devuelvan el poder que les entregué! ¡Es mío! ¡Me pertenece a mí! ¡Lo quiero ahora mismo! ¡Quiero mi poder, ahora! ¡Es mi poder y es bueno! ¡Es bueno! –haciendo el gesto de extender los brazos y tomar su energía.
T: Ahora les vas a hablar a tu hermano en esa vida y a esas víctimas, y les dirás lo que sea necesario para terminar con todo esto para siempre y estar en paz.
C: ¡Ayyy! Lo siento muchísimo, mi corazón lo siente muchísimo –llorando–. No era mi poder, ¡no era mío!
T: Eso es, «les devuelvo lo que tomé de ustedes».
C: Les devuelvo lo que tomé de ustedes, no era mío.
T: Muy bien, y para limpiarte completamente te daré unos pañuelos, te colocarás de lado y vomitarás toda esa sangre que bebiste en esa vida.
C: (Cristina toma los pañuelos y vomita. Se entiende que se trata de un vómito energético.)
T: Muy bien, ahora agradécele al arcángel Miguel, devuélvele su espada y pídele perdón a la Luz por haberte confundido.
C: Gracias, arcángel Miguel. Pido perdón por haberme confundido, perdón, perdón.
T: Muy bien, asegúrate de recoger toda tu energía de ese cuerpo tomando consciencia de que al morir ese cuerpo terminó esa experiencia. Ya nada de eso te pertenece. Todo eso se acabó. Recogerás toda tu energía y llevarás esa parte de tu alma a la Luz con la ayuda de san Miguel. Pídele al arcángel que te lleve a la Luz.
C: «San Miguel, humildemente te pido que me lleves a la Luz, por favor te pido que me dejes en la Luz.»
T: Eso es, avísame cuando estés en la Luz.
C: Ya estoy en la Luz –con voz serena.
T: Muy bien. ¿Hay algo más que quieras agregar?
C: Estoy feliz de estar en la Luz porque yo pensé que no me lo merecía, que nunca podría llegar aquí. Yo creía que había algo malo en mí, pero ahora veo que no es así. Me permiten estar en la Luz.
T: (Finalizamos el trabajo de Cristina suturando la herida del cuello para restaurar el flujo de la energía a ese nivel.)
Con relativa frecuencia he asistido a experiencias similares a la de Cristina en diferentes personas. La participación del paciente en sacrificios humanos en vidas pasadas es un tema recurrente cuando trabajamos el origen de ciertas dificultades en la vida de una persona. Está claro que no hay un síntoma patognomónico que me indique a priori con certeza que encontraremos una vivencia de esta naturaleza. Pero si el consultante trae una historia de bloqueo de talentos, dificultad para asumir su poder personal, pérdida de fuerza o de energía, imposibilidad de afirmarse en su verdadero yo, u hostigamiento por energías negativas, es probable que haya un pacto con la oscuridad en existencias previas, y como terapeuta debo estar preparado para ello.
Con o sin sacrificio humano, los pactos con la oscuridad siempre giran alrededor de lo mismo: la obtención de poder a cambio de la entrega de la voluntad y de la energía de una persona, que se obliga a servir en el más allá a la potencia que le provee ese poder. Fíjense que para obtener este poder Cristina se entrega a Satán diciendo: te entrego mi alma, y a cambio seré uno de los tuyos para siempre. Y aquí está la trampa, ya que en el más allá no existe el tiempo. La persona que hizo el pacto queda atrapada en la cláusula que exige su cumplimiento al término de la vida física, pero la vida en el cuerpo físico es breve y finita mientras que la eternidad no tiene fin. Las consecuencias del pacto se harán sentir vida tras vida hasta que aquél salga a la luz y pueda ser anulado. No importa en qué vida se encuentre la persona; cada vez que el alma intente avanzar en el sendero de la luz encontrará la oposición de fuerzas adversas, que procurarán obstaculizar o impedir su progreso porque exigirán que se cumpla lo pactado.
La firma del pacto con sangre sujeta aún más el alma de la persona que ha firmado. Dice Goethe que la sangre es un fluido muy particular. Esto es así ya que la sangre tiene poderosas virtudes ocultas; es la vida del hombre y Mefistófeles sabe que seguramente tendrá más en su poder a Fausto si puede adueñarse tan sólo de una gota de su sangre. Según expresa un antiguo aforismo «lo que tiene poder sobre tu sangre, tiene poder sobre ti».1 Mediante esta firma el alma entrega su energía y su voluntad y transfiere su poder a otra fuerza. Cada vez que, como terapeutas, nos encontremos con un pacto firmado con sangre habrá que recurrir a la figura del arcángel Miguel ya que el paciente necesitará la fuerza de una potestad superior para liberar su alma de la sujeción a la oscuridad.
Otro aspecto importante al trabajar con pactos con la oscuridad es el relacionado con las consecuencias en la vida del aquí y ahora del consultante, la firma del pacto y su anulación constituyen quizás el momento más dramático del trabajo terapéutico, pero no me puedo quedar sólo con eso. Como terapeuta debo ayudar al paciente a hacerse consciente de los efectos del pacto en su vida actual.
Cristina define con precisión estos efectos en su vida cotidiana: la renuncia al amor, vivir en constante guerra interna, sentirse obligada y dividida por dentro, y no ser digna de ejercer ni de trabajar, entre otras cosas. El golpe de gracia para su vida presente lo constituía el último pensamiento en aquella experiencia cuando dijo «ya no más poder». Ese mandato que le impedía a Cristina el ejercicio de su poder personal. Es posible que poseamos la capacidad y el talento para llevar adelante nuestros proyectos en esta vida, pero si al mismo tiempo tenemos una orden a nivel subconsciente que continuamente nos recuerda «no más poder, no más poder, no más poder», ¿cómo podremos hacer lo que queremos hacer si un mandato dentro de nosotros mismos ordena lo contrario? Cristina lo dice claramente: no puedo ser yo, no puedo hacer lo que quiero hacer.
Veamos ahora las reflexiones de Cristina transcurridos varios años de esta experiencia.
Desde aquella experiencia en el taller de Ibiza mi vida ha transcurrido entre trabajo, estudios y proyectos que están surgiendo y concretándose poco a poco. Ahora puedo ver que ha sido un período de crecimiento y movimientos profundos.
Tras el taller de Ibiza fui más consciente de mi fuerza y de mis capacidades. Finalicé una formación de psicología Gestalt que me ha ayudado a optimizar mi trabajo como terapeuta, trabajo en el que me voy encauzando y dedicando cada vez con más decisión.
En particular mi regresión me conectó con la fuerza de mi palabra, que ha hecho que cuide especialmente lo que digo, a quién se lo digo y cómo lo digo. Antes de hacer el taller llevaba años sintiendo miedo a la hora de expresarme delante de un grupo. Gracias a la regresión fui consciente del porqué de la dificultad que tenía. Aunque a veces sigo experimentando cierto temor, puedo decir que he mejorado mucho mi capacidad de exponerme en público, de hablar y de guiar un grupo. En mi trabajo ahora lo hago habitualmente.
También he entendido mejor mi papel en lo relación con mi hermano y las dificultades entre nosotros, aceptando que yo también he añadido dolor y dificultad en esta relación, porque antes yo sólo me veía como víctima de mi hermano, pero no como su agresora. En este sentido, la experiencia con la oscuridad me ha acercado hacia mi propio lado oscuro y el de los demás, me ha acercado hacia la sombra de las personas que atiendo, lo cual me ha ayudado a ser mejor terapeuta.
Otro tema que siempre ha estado ahí, pero que en aquel taller me fue muy evidente es mi conexión con los ángeles. Cada día están más presentes en mi vida, siendo unos aliados que me guían y me protegen.
Aquella experiencia en el taller de Ibiza fue muy poderosa. Transcurridos más de cinco años de aquel trabajo, siento como si fuese ayer cuando José Luís me cosió la garganta después de morir degollada en esa vida.
Agradezco enormemente la oportunidad de poder compartir esta proceso, que me ayudó a encauzarme hacia un desarrollo más espiritual, pero, sobre todo, a convertirme en una persona mas completa.
Doctor José Luís Cabouli. Atrapamiento y recuperación del alma. Terapia de vidas pasadas: Un nuevo paradigma. Ediciones Continente. Páginas 123 a 134.
Nota:
1 Notas a la versión castellana de Fausto por J. Roviralta Borrell. (N. del A.).