Testimonio de Orfeo. Terapia de posesión espiritual. Es

Testimonio de Orfeo. Terapia de posesión espiritual.

Doctor José Luís Cabouli. Terapia de la Posesión Espiritual. Técnica y práctica clínica. ISBN: 9789507543807. Editorial Continente (http://www.edicontinente.com.ar). Formato: 230 x 155 x 25 mm (Rústica con solapa). Páginas: 360. Publicación: 18/09/2012.El paciente que aquí toma el nombre de Orfeo ha salido de una sesión donde ha superado un pacto con la oscuridad de una vida anterior. En la sesión presente el terapeuta detecta la presencia de diferentes entidades desencarnadas que entraron dentro del paciente, aprovechando su estado anterior. El terapeuta dialoga con cada una de estas entidades quienes se manifiestan utilizando la voz y las cuerdas vocales de Orfeo, ayudándolas a encontrar el camino de la Luz. De este modo, liberan su huésped de trastornos y pueden volver a retomar el ciclo de encarnaciones sucesivas.


Testimonio de Orfeo.

Orfeo (42 años), es profesor de yoga, osteópata y psicoterapeuta. Junto con su mujer dirige un centro en el que trabajan con distintas técnicas vinculadas con el crecimiento personal. Orfeo participaba, al igual que Loli, en el segundo curso de formación en España cuando, en una de las sesiones de práctica, mientras Orfeo trabajaba como paciente, se manifestaron a través de él varias entidades a la vez. La situación fue muy difícil de conducir para el terapeuta de turno, quien recién se iniciaba en su trabajo con las almas perdidas. El doctor Juan José López Martínez, quien estaba supervisando el trabajo, tomó entonces la conducción de la sesión y llevó a Orfeo a romper un pacto con la Oscuridad que éste había realizado en una vida anterior. La sesión concluyó, luego de romper el pacto, con Orfeo demasiado agotado para seguir adelante.

Luego de esta sesión Orfeo se quedó con una extraña sensación: se sentía fragmentado. No era para menos, de pronto se había hecho consciente de la presencia de varias voluntades a la vez en su conciencia y estaba realmente desorientado. Al mismo tiempo, comenzaba a intuir el origen de las dificultades que tenía para desarrollarse en el campo espiritual. A la mañana siguiente, la sensación de fragmentación persistía en Orfeo. Bastaba mirarlo a los ojos para darse cuenta de que no estaba completamente presente en el aquí y ahora. De modo que comenzamos a trabajar a partir de esta sensación de fragmentación. Presten mucha atención porque aquí van a manifestarse varias entidades, una tras otra, y habrá momentos en que no se sabe quién es quién.

Martes, 7 de Octubre de 2003.

Terapeuta:Muy bien, Orfeo, ¿cómo es esta sensación de fragmentación?

Orfeo: –Me cuesta explicarlo ahora. Es una sensación de disminución de la fuerza de voluntad, es seguir un discurso que no me pertenece –hablando con la voz entrecortada y con dificultad–. Hay una sensación de un cabreo inmenso, brutal. Hay alguien que está muy enfadado, alguien y algunos más, pero hay uno que tiene más fuerza que los otros. Lo que necesito, y hasta aquí hablo yo, es simplificar la experiencia. No puedo con todos a la vez, sólo puedo con uno.

Muy bien, entonces vas a pedirle ayuda al Arcángel Miguel para que te asista y te acompañe en esta experiencia.

–Arcángel Miguel, te pido que me asistas y me acompañes para hacer este trabajo.

Terapeuta:Ahora te pido que tengas confianza. No importa lo que sea, todo saldrá bien. No interfieras con el trabajo, no luches, no gastes tu energía. Contaré hasta tres y, al llegar a tres, permitirás que esta energía, o quien quiera que sea que esté cabreado, pueda manifestarse libremente. Yo lo voy a escuchar. Uno… dos… tres. Adelante, ahora puedes manifestarte libremente, yo no soy quién para juzgar ni para criticar.

Alma perdida: –¡Pffff! –resoplando–. Eso es lo que dices, pero me tienes que demostrar que es verdad que no me vas a juzgar.

¿Acaso alguna vez he juzgado a alguien?

–A mí me importa una mierda lo que hayas dicho aquí o antes de aquí.

Yo sólo sé que cada uno tiene su dolor y estoy aquí para ayudar a sanar ese dolor. Cada uno tiene algo de qué arrepentirse o de qué avergonzarse, de modo que no estoy aquí para juzgar. Cuéntame qué pasó contigo…

–¡Soy negro!

Me imagino que debes de haber sufrido mucho por la condición de tu piel.

–No es por la piel –susurrando–. Son plumas negras, negras como las del cuervo, pero sucias.

¿Qué pasa para que estés enojado? ¿Hay algo que Orfeo te haya hecho?

–Orfeo es un desgraciado –resoplando.

¿Y qué haces tú con este pobre hombre?

–Yo, agonizo. Después de ayer, agonizo. (Se refiere a la sesión en la que se manifestaron varias entidades a la vez. A pesar del malestar de Orfeo el trabajo realizado surtió efecto.)

¿Y qué pasó ayer?

–Sólo sé que después de ayer, agonizo. Mejor morir que seguir aguantando.

¿Dónde estás cuando estás agonizando? ¿Qué le pasó a tu cuerpo?

–No sé, estoy muy confundido. No sé si tengo cuerpo, si no tengo cuerpo, si tuve cuerpo alguna vez –jadeando como si le faltara el aire.

Yo te voy a ayudar porque esta sensación de agonía pertenecen al cuerpo que tenías antes de estar aquí. ¿Recuerdas tu nombre?

–Sólo me viene… Beatriz.

Terapeuta:Muy bien, Beatriz. Voy a contar hasta tres e irás al momento cuando todavía estabas en un cuerpo. Y veremos qué le pasó al cuerpo que tenías. Uno… dos… tres. Fíjate, ¿qué le está pasando a tu cuerpo?

Beatriz: (Primero comienza a toser y luego llora al mismo tiempo que se ahoga.)

Eso es, deja salir el dolor: Cuéntame qué está pasando. ¿Qué le pasó a tu cuerpo?

–Tengo pena –llorando todavía– Tengo pena de una separación.

¿Y de quién te separas?

–De unos niños… Un tío me ahoga y me tira al río.

¿Y quién es el tío que te ahoga?

–Un hombre.

¿Y qué cosa lleva a este hombre a hacerte esto?

–Poder, deseo sexual, desprecio. No tiene valor divino, sólo su animalidad, su sexualidad.

Ahora fíjate que al morir ese cuerpo ya no hay necesidad de quedarse allí. Hay una luz que te está esperando y te viene a buscar para aliviar tu pena y tu dolor.

–No me vengas con gilipolleces.

Fíjate bien; ese cuerpo está muerto, ahogado ahí, en el río y ahora estás hablando conmigo porque te han prestado este cuerpo para que puedas hacerlo. Tú eres más que el cuerpo. Tú no morirás nunca y vas a volver a encontrarte con esos niños.

–Pues qué pena no morir. No puedo soportarlo; no puedo soportar el odio, la tristeza, la rabia, no puedo vivir así. Voy a tener que vivir eternamente así, es una condena –con desesperación– ¡Es una condena! No me lo puedo sacar.

Entonces le vas a decir a ese hombre lo que no le pudiste decir en ese momento. Tienes que sacarte eso de ti, tienes que decirle lo que no pudiste decirle. Deja salir la rabia.

(Beatriz comienza a llorar desconsoladamente mientras el cuerpo de Orfeo se sacude en espasmos.)

Terapeuta:Eso es. ¿Cuánto hace que no recibes una caricia, una muestra de amor? Yo voy a apoyar mi mano sobre tu pecho para que sientas el calor y el amor: (Apoyo mi mano sobre el pecho de Orfeo y Beatriz-Orfeo, sujeta mi mano con las suyas comenzando a serenarse.) La Luz es amor y yo voy a pedirle a Dios que la Virgen María venga a envolverte en su manto. «Humildemente, Señor, te pedimos en este día que hagas llegar tu infinito amor y tu luz a Beatriz. Apiádate de su dolor y envía a tu dulce Madre para que venga a recogerla. Dulce Madre, en tu infinito amor te pedimos que vengas a recoger el alma de Beatriz.» Aquí vienen a buscarte. El amor sanará tus heridas y tus penas y volverás a encontrarte con tus niños. Sólo tienes que entrar en la Luz y encontrarás la paz y el sosiego que necesitas para sanar tus heridas.

Alma perdida II: –Estoy atrapado… estamos atrapados todos… –cambiando el tono de voz.

Muy bien, ¿quién está hablando ahora? ¿Quién eres?

–No sé, no sé quién soy.

¿Cuántos más hay contigo?

–Unos cuantos.

¿Y dónde están atrapados?

–Es una malla oscura, llena de cadáveres, todos calcinados. Estamos donde están los indeseables, los caídos, los despreciables, los impuros, los impresentables.

No tienen por qué estar ahí, es un error estar ahí. Alguien los convenció de estar ahí, alguien los engañó y los atraparon. Voy a contar hasta tres y recordarás cómo fue que los atraparon. Uno… dos… tres. ¿Cómo fue que los atraparon? ¿Quién lo hizo?

–No me deja hablar.

¿Quién no te deja hablar?

–Uno; me dice «cabrón, no digas nada». (Es frecuente encontrar a una entidad dominando al resto.)

No tengas miedo, ahora puedes hablar. ¿Cómo fue que los atraparon?

–La ingenuidad.

¿Qué cosa los atrajo?

–La distinción, los elegidos, la energía, el poder, el dinero, el control sobre los demás. La especialidad, ser especiales.

¿Qué les prometieron?

–Todo eso.

¿Y qué es lo que ustedes dieron a cambio?

–Atracción, energía, dinero, trabajo, disciplina.

Muy bien, ahora pueden liberarse de todo eso. No importa que los hayan atrapado, que los hayan engañado. Ya pasaron por esa prueba. Tú y quienes están contigo…

–Pero tú no sabes quién es ése.

¿Quieres decirme quién es ése?

–¡Damon!

No importa quién sea. Todos ustedes son hijos de la Luz, sólo que les han robado su luz. Fíjate en tu interior y encontrarás esa pequeña chispa, en algún lugar todavía está esa pequeña chispa.

–¡Aquí! –tocándose el pecho.

Eso es. Tú y todos los que están contigo sois hijos de la Luz.

–Son mis amigos y están todos allí, todos, todos –con tono de desesperación.

Sí, y se van a liberar, se van a ir a la Luz, ahora mismo. Sólo tienes que pedirle ayuda a la Luz. Pide perdón a la Luz por haberte dejado atrapar, por haberte dejado engañar, por haber creído que había cosas más importantes.

–Es que no aprendo, no aprendo. Siempre caigo en lo mismo, siempre repito la misma historia, siempre vendo mi alma al diablo –llorando.

Esta vez vas a terminar con esta historia, esta vez volverás a la Luz. Pídele perdón a la Luz. «Pedimos perdón por haber sido ingenuos, por habernos dejado atrapar».

–Te pido perdón en mi nombre y en el de todos mis compañeros por haber sido ingenuos, por habernos dejado atrapar. Ayúdanos a cortar con todo esto. Hace siglos que venimos haciendo lo mismo –llorando–. Miles de años haciendo lo mismo, equivocando el camino, siempre equivocando el camino. ¡Qué infelices!

«Arcángel Miguel, ven a liberarnos».

–Pero él no me va a querer –llorando desconsoladamente.

Yo le voy a pedir al Arcángel Miguel por ti. «Arcángel Miguel, humildemente te pido que vengas a ayudar a estos seres que se han perdido en la Oscuridad. Te lo pedimos en nombre de Dios para que puedan recuperar su condición de hijos de la Luz». Ahí viene el Arcángel. Vas a tomar la espada de San Miguel y te vas a liberar a ti mismo y liberarás a tus compañeros.

–No tengo fuerzas –llorando todavía.

Yo te voy a ayudar. Vas a decir conmigo «Arcángel Miguel, préstame tu espada para liberarnos». Vamos que puedes. Yo voy a sostener tu brazo, toma la espada. Vamos que puedes hacerlo. Repite conmigo: «En el nombre de Dios…

–En el nombre de Dios… –balbuceando apenas las palabras.

…y por el poder del Arcángel Miguel…

–…y por el poder del Arcángel Miguel…

Yo me libero y recupero mi energía…

–Yo me libero y recupero mi energía… –continúa llorando.

Recupero mi libertad y recupero mi luz.»

–…recupero mi libertad y recupero mi luz –ahora con voz más firme.

Eso es, repite otra vez.

–En el nombre de Dios y por el poder que me otorga el Arcángel San Miguel recupero mi energía y recupero mi luz y libero a mis compañeros, a mi mujer y a mis hijos.

Eso es, muy bien. Otra vez, más fuerte.

–En el nombre de Dios y con la espada de San Miguel recupero mi luz y corto con toda esta mierda y me libero a mí mismo, a mis compañeros, a mi mujer y a mis dos hijos. (Aquí sospeché que el que estaba hablando ahora era Orfeo, sin embargo opté por seguir adelante para no interrumpir el trabajo.)

Eso es, ahora rompe las cadenas con la espada. Vamos, cuenta hasta tres y vas a romper las cadenas que te atan con la espada de San Miguel. Uno… dos… tres. ¡Ahora! ¡Vamos! ¡Rompe con eso! ¡Vamos!

–¡Ah! ¡Ah! –llorando y balbuceando–. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

Vamos que puedes, vamos que llega la Luz, vamos que entra la Luz.

–¡No puedo! ¡No puedo! Me siento impotente.

Sí que puedes, vamos que yo te ayudo. A la una, ahí vamos (tengo que sostener su brazo porque apenas lo puede levantar), a las dos… y a las… ¡tres!

–¡Ahhh! (Finalmente hace el gesto de cortar con la espada y se queda jadeando y tosiendo algunos minutos.)

Ahora tienes que exigir que te devuelvan tu energía.

–¡Ay! ¡Dile que se espere! ¡Dile que se espere! ¡No sé nada! –jadeando y con desesperación.

Tranquilo, yo estoy a tu lado. Dime quién está ahí.

–Es un punto, un punto de luz en la oscuridad. La luz que separa lo que es bueno de lo que es malo –sigue llorando–. ¡Que no entre nada, yo no sé nada!

Sólo tienes que pedir la Luz. El Arcángel Miguel está aquí y te va a ayudar.

–¡Yo quiero la Luz! Quiero la Luz. –calmándose poco a poco.

Eso es, todo va a estar bien. Abre los ojos a la Luz y reclama tu energía. A esos que te engañaron, que te atraparon, que te sedujeron, les vas a decir «Quiero mi energía ahora, quiero que me devuelvan la energía que me robaron».

–Quiero mi voluntad… quiero el control de mi cuerpo… –con la voz entrecortada– No quiero sufrir más… los siglos… no me vais a atrapar nunca más no me voy a confundir más… no me voy a dejar seducir nunca más ¡No tengo criterio para nada! –vuelve a llorar.

Es parte del aprendizaje. Aprenderás de tus errores, sabes que esto no ha sido bueno.

–¿Y tú, cómo sé que eres bueno? Que no me engañas, otro más que me engaña.

Fíjate qué gano yo con esto, yo no gano nada.

–¡Yo qué sé qué ganas tú! ¡Yo qué sé! Tú dices que estás de parte de la Luz y a mí qué pollas me importa si eres de la Luz ni nada y yo estoy separado de esto y no sé donde estoy ni qué gilipollas hago aquí ni para qué he venido aquí –continúa llorando–. ¡Estoy hasta los huevos de todo esto! Sí, tranquilo, tranquilo tú. (La desesperación es tanta que por momentos su discurso es ininteligible.)

¿Quién está hablando ahora? ¿Quién eres tú? (Ahora sí, era el momento de aclarar las cosas.)

–Yo soy Orfeo, ¡coño! Uno más en la niebla.

Terapeuta:Y dime una cosa, ¿estás bien en esa niebla, estás bien en esa oscuridad?

Orfeo: –¡No estoy bien en ningún lado! ¡No estamos bien ninguno! –llorando y jadeando.

Muy bien, ahora quiero que me escuches atentamente…

–Pues claro, a todos les escucho atentamente.

Estás aquí para integrarte y para integrar tu energía. Yo no voy a tomar nada de ti.

–Sí, eso es lo que me dicen todos. Cada uno vende lo suyo.

Eso es parte de tu aprendizaje; aprender a discernir y a no dejarte atrapar porque eres fácilmente seducido por la vanidad y por tus debilidades. Si confiaras en ti mismo y tuvieras conciencia de tu esencia no te pasaría esto. Tú eres un hijo de la Luz…

–Eso si es verdad, pero estoy lleno de mierda y la Luz me olvidó.

No, la Luz no te olvidó. Tu te olvidaste de la Luz, tú te separaste de la Luz. La Luz está siempre y puedes verla ahora.

–¡No! No la veo, no la veo. No sé qué coño, yo no la quiero ver o alguien no la quiere ver. No la veo, está ahí y yo estoy separado de ella y así estoy siempre, perdido como una mierda.

La Luz te va a recibir.

–Sí, eso espero, coño, que algún día me reciba o que algún día yo sea capaz de hacer lo que tenga que hacer para verme con ella porque yo no puedo estar tan huérfano. Estoy huérfano, huérfano –llorando.

Es tu vergüenza lo que te aleja de la Luz. Dile a la Luz: «sí, realmente me equivoqué, me llené de porquería, me llené de mierda».

–Pues, sí. Me equivoqué y me llené de mierda y de porquería…

Pero ahora me quiero limpiar.

–Pero, ¿quién se quiere limpiar de todos los que hay ahí? Si somos un montón… ¿Quién es el uno y quiénes son los otros? (Vean qué dilema, ¿cómo hacer para no caer en la locura?) No sé, no sé, no sé. Qué sé yo, porque todos somos uno o estamos mezclados, todos… –atragantándose con el llanto–. Ahora veo el cuerpo que no tiene nombre, no sé, no sé. La cosa más sólida que hay es este cuerpo que no sé quién anima este cuerpo, cuántos son los que están en este cuerpo. No sé.

Ésa es la consecuencia de haber permitido que otros entraran en tu cuerpo, de haberte fragmentado. Ahora vas a aprender a cuidar de tu cuerpo, porque el cuerpo es el templo de tu alma.

–¿Y yo quién soy de todos estos? ¿Quién?

Ahora lo vas a saber, ¿eres uno más o eres Orfeo? ¿Eres uno de los otros o eres Orfeo?

–Orfeo es la última mierda de todos, el último de la fila, el último de…

Muy bien y ¿quién está hablando ahora?

–Empieza con ese.

¿Quién es ése?

–Ese, la vocal y la letra ese.

¿Y quién es ése cuyo nombre empieza con ese.

–Sixto.

Terapeuta:Muy bien, Sixto. Ya sabes todo lo que está pasando, ¿estás dispuesto a ir hacia la Luz? ¿Permitirás que te ayude a regresar a la Luz?

Sixto: –Claro, pero vas a tener mucho trabajo, tío, porque esto está muy liado para ir a la Luz. Hay que pasar mucho, mucho.

No hay que pasar nada, todo es muy fácil. Una vez que te decidas es sólo un instante. No es tan difícil como parece, para eso estoy acá, para ayudarte a ti y a todos los que están allí. Para que se haga la luz, para que cada uno pueda tomar su camino. Así como están, todos amontonados como en una bolsa de gatos, nadie sabe quién es quién.

–Nadie sabe nada, estamos castigados y cabreados.

¿Cuántos son los que están contigo, Sixto?

–Unos cuantos… Es un cine, un cine entero. Sólo se les ven los ojos en la oscuridad, brillan los ojos… es todo oscuro… es un cine. Cientos de ojos, yo no soy más que uno, yo soy el portavoz.

Muy bien, vamos a comenzar contigo. Tú puedes ir a la Luz.

–¿Yo? ¿Y los otros?

¿Quieres llevarlos contigo?

–Es que tengo la sensación de que… no sé, aunque me embauques algo tendremos que hacer.

Yo no te voy a embaucar; te voy a ayudar a que tú veas la Luz.

–Sí, a ver si es verdad porque yo solo… estoy oscuro.

Muy bien, yo voy a pedir por ti. «Humildemente, Señor, en este día…

–Pero, ¿tú crees que yo pueda ver la Luz?

Claro que sí, mira en tu interior: Si tú viniste de la Luz… Voy a pedirle a Dios para que te ayude. «Humildemente, Señor, te pido que abras las puertas de tu reino para recibir a Sixto y a sus compañeros. Señor; en tu infinita misericordia te pedimos que envíes tu rayo de luz para que Sixto y sus compañeros puedan regresar a casa. Señor, envía a tus ángeles protectores para que vengan a buscarlos. Perdona sus errores. Recuerda que son tus hijos y que todavía están aprendiendo…»

–Eso, estamos aprendiendo.

…A veces se equivocan como nos equivocamos todos…

–Eso, yo repito el mismo curso siempre.

Ya lo vas a aprobar: Aquí llega la Luz, hay un lugar para ti, allí en la Luz. Allí te recibirán con amor y cariño, te darás un baño de luz, quedarás como nuevo y volverás a empezar. Y la próxima vez todo irá mejor, confía en ti mismo.

–No me queda otra… Ahora esto ya es gris, pero vas a tener que empujar más y vas a tener que pedir más porque aquí hay trabajo. ¡Oye! ¡No me sueltes ahora! (Desde que sujetó mi mano con Beatriz que no me suelta.)

No te suelto, yo estoy aquí, a tu lado. Yo te acompaño hasta que estés dentro de la Luz, yo estoy aquí contigo.

–Y con todos porque a esta altura esto es una manifestación. Están todos acojonados, ¡No nos sueltes ahora!

«Señor; recíbelos en la Luz, humildemente te lo rogamos. Gran Dios del Universo, Creador del cielo y de la tierra, Padre de todo lo creado, santificado sea tu Nombre en todo el Universo, perdona, Señor, nuestra maldad, líbranos de todo mal.

–Es la ignorancia, perdonad la ignorancia. Siglos… siglos…

Dios Padre sabe eso, por eso nos envía a la escuela para que aprendamos. Todo se va a aclarar para ti y para tus compañeros. Todos tendrán una nueva oportunidad.

–Hay uno que se queda. Oye, dile a ése que se venga.

Llámalo, ¿cómo se llama ese que se queda?

–Humbert.

Terapeuta:Vamos, Humbert. No tengas temor, nadie te va a decir nada. Dios sabe de nuestras debilidades y sabe que nos equivocamos. Dios es amor y compasión, nadie los va a regañar. Dios sufre cuando nosotros sufrimos. Vamos, Humbert, tú también.

Humbert: –Es que estoy enfadado con Dios. ¿Cómo va a sufrir? Si todo lo hace harto, ¿qué pollas sufre? Todo esto es un cuento, ¿por qué?, no entiendo –primero enojado y ahora llorando–, La gente se mata y los niños sufren… ¡Coño! ¡Pollas! ¿Por qué permite todo esto? ¡No me creo nada, no me creo nada! ¡No voy a creer nada! No puede ser tanto sufrimiento y Él mirando desde arriba… y somos sus hijos y… ¡vaya padre de mierda! Y nos ha creado y ¡anda!, yo qué sé… No entiendo nada… No puedo entender por qué sufrimos todos. Pues no lo puedo entender, ¡no lo puedo entender! –llorando–. No entiendo el sufrimiento, no puedo comprenderlo. ¡No puedo ni con mi dolor ni con el dolor de los otros! ¡No puedo!!! No puedo entender nada. ¡Que me lo explique! No entiendo el sufrimiento de los hombres, de las mujeres, de los niños, de los animales y de las plantas. ¡No puedo! ¡No puedo! ¡No puedo entenderlo! y… ahora la Luz… ¡Joder! ¡Explícamelo! ¡Pero convénceme! No entiendo por qué nos hizo estar así y por qué sufren los niños y por qué… ¡Ayyyyy!

Bueno, tranquilo, Humbert, yo te voy a explicar en la medida que pueda, con mi conocimiento, hasta donde yo pueda explicarte. Ahora yo te hago una pregunta, ¿quién provoca este sufrimiento? ¿Es Dios o es el hombre? ¿Quién provoca las guerras?

–Pero, ¿por qué ha hecho al hombre así?

Dios no hizo al hombre así. Dios creó el alma de los hombres. Es el alma lo que es a semejanza de Dios, pero al encarnar en un cuerpo el alma se olvida de su condición divina.

–Pero el cuerpo también lo hizo Dios, ¿o no?

El cuerpo pertenece a la materia, pero en realidad, todo es Dios. Lo que pasa es que somos tan ignorantes que nos olvidamos de eso, no hay nada que no sea Dios.

–Vamos, ya que nos hizo nos podría haber hecho más listos, ¿no? Con más información…

Sí, tal vez. Pero es el hombre el que se olvida. Dios creó al hombre y le dio el libre albedrío para que aprendiera y decidiera por sí mismo hasta entender que es parte de Dios. Pero el hombre se ha olvidado de su origen porque ha caído en la tentación y porque le gusta el poder, porque le gusta sojuzgar a sus hermanos, y porque nunca está conforme con nada. Es el hombre el que discrimina por el color; es el hombre el que mata. No es culpa de Dios, es el hombre el que ocasiona el sufrimiento.

–¿Y las almas oscuras? ¿También son hombres?

Son individuos que han entregado su voluntad a la Oscuridad y sus almas también pueden ser redimidas por el amor y por la Luz. Es el mismo hombre que se deja atrapar por la seducción de la oscuridad. No te enfades con Dios, enfádate con el hombre.

–Está bien.

Tú tienes una oportunidad para salir de todo eso. Ahora tienes la oportunidad de alcanzar la Luz, de llenarte del amor de Dios y de ayudar a los hombres a despertar a su verdadera condición. Es duro, es difícil, pero todos trabajamos para eso, para traer luz a la conciencia de esta humanidad. ¿Comprendes?

–Espero que no se me olvide, tengo muy mala memoria.

No importa, repasarás esta lección una y otra vez.

–Es que yo quiero ir a descansar. Es que si no descanso de tanto sufrimiento no voy a poder hacer nada por nadie. Soy un desastre…

No digas más eso.

–Bueno, he sido un desastre.

Ahora vas a descansar, los ángeles te van a acompañar y te van a ayudar a desprenderte de las impurezas. Descansarás y te van a preparar para el momento en que estés listo para volver a trabajar.

–Ya se van yendo… han abierto la puerta del cielo. Van saliendo ordenadamente…

Eso es, «Señor, no te olvides de Humbert. Envía a su ángel protector para que venga a buscarlo. Humildemente te lo pedimos, Señor. Envía al ángel designado para recoger a Humbert y llevarlo de regreso a la Luz.» Ahí vienen a buscarte, Humbert. Tranquilo que todo va a salir bien.

–¡Oye! Y de Orfeo, ¿qué? ¿Qué le va a pasar a Orfeo?

Orfeo estará bien, él también tiene mucho que aprender todavía. Orfeo tiene que aprender a cuidar su cuerpo, a cuidar su campo vibratorio, su conducta. Este ha sido su trabajo y a partir de ahora verá con más claridad.

–Es que ahora me cuesta dejarle.

Entiendo, ¿quieres decirle algo a Orfeo?

–Oye, tío –dirigiéndose a Orfeo–, que tú no eres mal hombre. ¡Que vaya! Ahora me voy a llevar a toda esta gente. Oye, tío, que me voy, pero… que me voy de verdad, ¿eh? –jadeando–. Oye, no te olvides de jugar con los niños. Oye, llévalos a escalar que les gusta. Oye –hablando en un susurro–, Orfeo, Orfeo, no seas gilipollas que lo tienes todo fácil. Hace tiempo que se han cuadrado las cosas. No tengas miedo, ¡coño! Deja de quejarte. Oye, fíjate que te digo, que voy a bajar otra vez si lo haces mal, porque ya estoy hasta los huevos de estar ahí. Pide perdón a tu hermana, trae la concordia a tu familia. Sé honesto y… eso del origen, recuérdalo cada día, a ver si ahora lo del yoga te es más fácil. Oye, que cuando venga un cliente, piensa en su alma. Pide ayuda ¡qué coño! que tú no haces nada, coño. Oye, que te envío un e-mail de cómo es Dios. Oye, que me desprendo, ¿eh? Oye, cuida a tu mujer. Oye, que me llevo a Evaristo. «Evaristo, coño, Evaristo, sal de ahí, sal de ahí y deja de putear a esa mujer.» A ti, Orfeo, te joden con el dolor, pero no pueden contigo porque eres más duro que una piedra, pero a esa mujer la putean mucho. «Oye, Evaristo, ¡suéltala y dile a Cabouli que le diga a ése que se vaya también. Dile a ése que se vaya también… –con desesperación.

Muy bien, vamos. Evaristo, tú también, Evaristo. Vamos, vete con Humbert. Vamos que ya te han descubierto, Evaristo. Eso es, piedra libre, Evaristo. Vamos a la Luz, vamos que ahí viene un angelito para ti también.

–Oye… limpia… oye, ¿cómo me llamaba? Oye, que ya no sé ni cómo me llamaba… no, Orfeo no, el otro, ¿cómo era?, Humbert. Oye, que ya no tengo fuerzas para nada, arráncalo a Evaristo…

Vamos, Evaristo, eso es… tranquilo, eso es.

–¡Ahhh! –serenándose y callándose de improviso.

Terapeuta: Eso es, que Dios te bendiga y a ti también, Evaristo. «Humildemente, Señor, te pedimos también que envíes a tus ángeles protectores para que vengan a llevar a Evaristo.» Eso es, en este día, por la gracia de Dios, se van todos a la Luz dejando libre y en paz a Orfeo para que pueda comenzar una nueva vida…

Orfeo: –Oye, Cabouli…

¿Quién está hablando?

–Soy lo que queda de Orfeo… Es que estoy muy tierno, soy muy duro y muy tierno. Que todavía no estoy cerrado. Dile a ése que es el que manda…

¿Qué quieres que le diga?

–Joder! Que no esté serio conmigo y que me apoye, coño. Que le voy a pedir ayuda como tú dices porque esto es un lío. Que me apoye y que… y que…

-Muy bien, le vas a pedir ahora mismo y yo te voy a ayudar. Vas a repetir conmigo, «Humildemente, Señor, reconozco que me he equivocado…

–Reconozco que llevo siglos equivocándome…

He sido muy ingenuo y me he creído cosas que no eran ciertas…

–Y me he creído que podía ser como tú y que podía competir contigo, incluso ser más poderoso que tú… Lamento si me vuelvo a equivocar.

Ahora me doy cuenta de que estaba equivocado…

–Sí, pero no me pidas tanto porque esto es una economía fatal.

Por eso tienes que rezar y pedir: no me dejes caer en la tentación.

–Eso, esa parte, perdóname. Oye, Padre Nuestro que tienes que ser un cordero que ha de venir, espera, ¿cómo sigue? Que me tengo que acordar. Padre Nuestro del cielo…

Espera. Vamos a hacer uno más fácil. «Gran Dios del Universo…

–¡Joder! ¡Pero eso no me cabe todavía! Lo que yo necesito es un cordero, ¿por qué no empezamos con el cordero y después el otro? Primero a éste de abajo y después al otro, al más grande. ¡Me voy a coger un empacho! Mira, mejor envíame uno de rango medio con el que pueda hablar. Ahora está el que tiene luces. «Oye, tú, el de la Luz, brilla a todas horas para mí, coño. Dales un golpe, pero no en los huevos, que ya me lo han dado.»

Muy bien, entonces pídele a Jesús. Él te va a ayudar.

–¡Ah! Ese, sí. ¡vaya! «Oye, Jesús mío y de Leandro (compañero de curso), que Leandro le habló ayer a Jesús. Oye, Jesús, que fuiste un Dios con fuerza. Tenme en tu campo, tenme en tu vibración. Tenme en tu vida, Dios. No me sueltes durante una temporada larga porque yo me extravío. Dame de tu energía para que yo pueda rehacerme en el cuerpo, en el espíritu, para que me pueda completar. Voy a ser todo íntegro, voy a borrar el odio, la desidia, la falta de energía, la competitividad, la rabia, el miedo… ¡Ay, estoy temblando! No me sueltes. Oye, dile a ese que es tu Padre que lo haga a través de ti porque si viene Él a cogerme directamente, me asusta. Eso de la Luz tan fuerte me ciega. ¡Oye, Cabouli! –asustado–. ¡Que me va a pasar algo en los ojos!

No te va a pasar nada en los ojos.

–«Oye, Jesús, que te crucificaron. A mí también me crucificaron. Oye, que yo ya he sufrido, que no me hagan sufrir más que ya está bastante con lo tuyo. Jesús, que no soy tan fuerte como tú.» Oye, Cabouli, estoy temblando, hay que hacer algo para cerrar esto porque es como si tuviera un cráter –jadeando, gimiendo y llorando.

Te voy a colocar agua bendita. (Siempre es bueno tenerla a mano.)

–Haz lo que sea. ¡Oy, oy, oy! Aquí y aquí, gracias. (Le coloco agua bendita en la frente, sobre los párpados cerrados y en su pecho.)

Tranquilo ahora. Te vas a sanar y vas a cerrar todo esto. Ahora elegirás un color.

–Espera, de pequeño me enseñaron una oración que me había olvidado, y que ahora me vengo a acordar, que decía algo así… «Jesusito de mi vida, tú eres niño como yo. Por eso te quiero tanto y te doy mi corazón.» ¡Ay! Pero eso hay que matizarlo… porque es que ya no doy nada a nadie.

Bueno, podrías decir «te doy mi confianza».

–Eso, te doy mi confianza, te abro mi corazón. Eso es mío, no es tuyo. Haz lo que tengas que hacer para guiarme –serenándose.

Muy bien, ahora vas a traer un rayo de luz azul y te vas a envolver en ese rayo de luz azul…

–Es turquesa.

Muy bien, vas a absorber el color azul turquesa como si respiraras el color azul. llevando el color azul a cada átomo de tu ser; llenando tu corazón con el azul, los pulmones, todo tu ser, como si te envolvieras en una burbuja de color azul.

–Espera, que no me llegó a todo el cuerpo todavía. Estábamos en el corazón…

Los pulmones… los brazos… el abdomen… los muslos… las rodillas… las piernas… los pies.

–¡Voy a parecer un pitufo!

… y hacia arriba, el cuello, la cabeza, los ojos, los oídos y el cerebro, envolviendo tu cerebro con el color azul. Y ahora, como si te envolvieras en una esfera o una burbuja de color azul. Como si estuvieras dentro de esta burbuja de color azul.

–Que se envuelvan todos los otros también. Ahora tengo que hacer un compromiso, un juramento, un pacto.

Nada de pactos.

–Tengo que hacer un acto de vínculo con la Luz para que mi alma no se olvide nunca más. Tengo que unirme a la Luz para que no tenga miedo de expandir la Luz, de hablar de la Luz, de ser Luz y de transmitirla. Que la Luz penetre en mí y que yo pueda llevarla a otros. La humildad y el servicio… ¿Cómo podré hacer eso?

En el día a día, no te preocupes por eso.

–Pero yo necesito hacer algo ahora, necesito crear un vínculo con la Luz.

Bueno, podrías hacerlo así. Yo, Orfeo, pido perdón a la Luz y me entrego a la Luz. Me comprometo…

–¡Uy! ¡Esa palabra! Es que esas palabras ya las dije antes y todavía no están limpias. No puedo utilizar eso. ¿Podría ser: me abro?

Utiliza las palabras más adecuadas para ti.

–Me abro y me abro sólo a la Luz, sólo a la verdadera Luz, sólo al Espíritu Santo, a la Luz…

A la Luz santa y bendita.

–A la Luz santa y bendita para que pueda ser un emisario y pueda divulgar el mensaje. Sólo al Espíritu Santo, sólo a la paloma blanca que trae el ramo de olivo. Vale esto, ya estoy bien.

Muy bien y vas a terminar diciéndote a ti mismo, «Yo soy Orfeo, yo soy yo, profundamente yo y en mi cuerpo mando yo».

–Yo soy Orfeo, yo soy yo y en mi cuerpo, que es éste, mando yo.

Eso es, lentamente, a tu tiempo, respirando profundamente, abrirás lo ojos y eso hará que regreses aquí a tu conciencia física como Orfeo a este día martes, siete de octubre de dos mil tres.

–Muchas gracias a ti, Cabouli y a todos los que estáis aquí. Esto ha sido una iniciación –con la voz y el discurso completamente diferentes–. Me faltaba un eslabón que ahora tengo que cuidar, cultivar y hacerlo crecer. Tenía un eslabón perdido. Por eso entiendo que yo no podía actuarlo de corazón. Tengo una gran habilidad para actuar cualquier técnica, pero me faltaba corazón y, a pesar del esfuerzo, no conseguía llegar y siempre sentía una grandísima desesperación por no poder poner más corazón y era esto lo que me faltaba. Gracias, muchas gracias. Ahora me siento entero.

***

Como habrán podido apreciar, el trabajo de Orfeo no fue nada fácil de conducir. La experiencia de Orfeo fue dramática y confusa a la vez. Hubo momentos en que yo mismo no sabía quién se estaba manifestando. Generalmente, esto es bastante claro y uno puede guiarse por el timbre de voz. Pero aquí, todo era confuso y tanto Orfeo como las almas perdidas se mezclaban unos con los otros todo el tiempo. Ahora, piensen ustedes, ¿cómo es posible mantener la cordura y la conciencia del «yo soy» en estas circunstancias? ¿A qué nivel de alienación puede uno llegar en una situación así? Por lo menos se manifestaron cinco voluntades diferentes, además de Orfeo. Con semejante invasión del subconsciente no es de extrañar que una persona pierda el sentido de la realidad. Esta experiencia de Orfeo es lo que podría constituir un ejemplo de personalidad múltiple.

A pesar de la tremenda confusión que lo dominaba, Orfeo pudo percibir que una de las entidades tenía más fuerza que las otras. Esto es lo que suele ocurrir cuando hay varias entidades en una misma persona. Una de ellas tiene dominio sobre las otras. Por lo general, la entidad dominante es la última en manifestarse. Es como si primero mandara al frente a las otras e, incluso, hasta las amenaza para que no la delaten. Cuando las entidades más débiles se retiran, la que era dominante ya no tiene otra alternativa que mostrarse.

Pareciera ser que la causa principal o el motivo de semejante invasión de entidades en Orfeo fue un pacto con la oscuridad que él realizara en una vida anterior. Estos pactos aparecen frecuentemente al trabajar con vidas pasadas. Como en la dimensión del alma el tiempo no existe, estos pactos conservan toda su fuerza. En la práctica, es como si uno los acabara de realizar. Mientras el pacto siga intacto mantiene su vigencia, no importa que la persona ahora esté en otra vida. A nivel del alma todo sigue igual, nada ha cambiado. Es necesario alcanzar ese punto del alma para poder iniciar el proceso de desprendimiento y liberación de todas las energías que acompañan u hostigan a una persona.

Veamos como le fue a Orfeo luego de este trabajo.

«En el curso de la primera sesión contacté con la fragmentación de mi personalidad y la ocupación de mi espacio interior por un número elevado de almas perdidas o entidades debido a una traición a la luz «antes del tiempo» como humano. Luego de la segunda sesión me he sentido muy bien. Lo más importante es que he podido ser muy constante en mi yoga y meditación matutina. Siempre he sido muy disciplinado en mi vida, pero cuando las adversidades me golpeaban dejaba mi práctica diaria y eso acababa por hundirme. Después del trabajo con Cabouli no he tenido bajones que pueda resaltar y mi espiritualidad ha ido creciendo con los días. Mi fragilidad hace que cada día tenga que trabajarme física, emocional, mental y espiritualmente, de lo contrario me bloqueo y sufro. No tengo muy claro por qué llevaba tanto «personal» conmigo. Hace unos años estuve vinculado a un centro que hoy calificaría de sectario. La jefa de ese centro era un canal que impartía enseñanzas directamente de entidades energéticas que estaban vinculadas a ella. No creo que ésa sea la única razón, ni mucho menos. Hasta los cuarenta años me he sentido con la sensación de no encajar en los roles y las directrices que marca la sociedad de los humanos. Tengo mujer, un hijo y una hija y me siento muy feliz con ellos. Gracias a ellos me he humanizado. Veo que gradualmente voy tomando suelo y me alegra ver que tanto sufrimiento y desasosiego pasado se está convirtiendo en paz, felicidad y sensación de vida para mí y para los míos, y en servicio y utilidad para los demás.»

Doctor José Luís Cabouli. Terapia de la posesión espiritual. Técnica y práctica clínica. Ediciones Continente. Páginas 270 a 285.